El por qué de la violencia


En la familia se reciben los primeros aprendizajes sobre valores que están en las bases de cualquier historia: equidad, justicia, oportunidades, participación, tolerancia, respeto, afecto, protección y dignidad. Allí se adquiere algo muy importante: la identidad, que va más allá del nombre (aunque éste es muy importante), que nos identifica positivamente con otras personas, es un indicador de nuestros logros personales y de grupo, que se asocia con la autoestima.

Convertirse en un actor violento es una historia que se gesta o se inicia en el hogar.

Veamos algunos referentes de historias familiares que llevan a vincularse a ciertos grupos:

Se encontró maltrato, carencia de afecto, duelos no resueltos, culpabilidad, resentimientos, familias con límites rígidos, aislamiento, desprestigio de la figura paterna, madres sumisa, abuelas cabeza de familia y criadoras, abuso sexual, padres y madres ausentes o sin representatividad o significancia.

La violencia y la falta de afecto en la familia influye como factor para ingresar al grupo organizado al margen de la ley.

La estructura de la familia es variada: nuclear consanguínea compuesta por (madre-padrastro; padre-madrastra), extensa consanguínea (abuelos, tíos, primos, entre otros), y sustituta (amigos o vecinos que se encargan de la crianza.

Las familias son inestables, con constantes y permanentes separaciones y reorganizaciones, con carencias significativas de vinculaciones afectivas efectivas.

La ausencia parental puede atribuirse en parte a la violencia social y política, porque en los análisis se evidencia que los adolescentes que habitan con familias sustitutas, consanguíneas o no consanguíneas, o en residencias independientes, experimentan en mayor proporción el asesinato de algún familiar, porque conocían formas diversas de violencia y exclusión, donde ambas son destructivas y se potencian mutuamente. Se evidencia además aprendizajes violentos muy significativos a edades tempranas en sus contextos familiares y comunitarios.

Falta de oportunidades de educación, trabajo o reconocimiento social, una situación económica difícil y la tentación del dinero fácil, meta que” justifica para cualquier medio. También muchos jóvenes acceden presionado por imaginarios culturales que consideran que los hombres deben salir lo más pronto posible a enfrentar el mundo de la productividad y la independencia económica.

La impunidad, que deja sin resolver los atropellos a las personas, a su dignidad y sus derechos, lo cual estimula que cada quién imponga su propia ley y fomenta el sentimiento de venganza. Existen casos donde los jóvenes se vinculan para vengarse de quienes consideran victimarios, agresores o enemigos. En esta dinámica de la violencia social y política, la vinculación a alguno de los bandos también representa “seguridad”, cuando la amenaza viene del bando opuesto.

La seducción por el poder que da el arma y el mando en general. Es decir, lo que les moviliza es la búsqueda de poder, como símbolo de identidad, estatus, poder y privilegios.